“Dios no juega a los dados con el hombre”
(Albert Einstein)
Cruzó el claustro por un lateral, y sus pasos resonaron junto a la fuente que chorreaba tímida entre los arcos. A continuación salió a un jardín y miró alrededor. A la derecha y enfrente, las paredes centenarias se abrían en modernas puertas de cristal. Entró por la de enfrente y a la izquierda vió el cartel “Biblioteca”. Apagó el cigarrillo en el cenicero junto a la entrada y se dirigió al interior. Había estado ahí otras muchas veces y conocía casi de memoria los pasillos que llevaban a las estanterías correspondientes a Filosofía.
Vió al hombre con gafas sentado en un sofá y supo que era él. El joven le hizo una seña confirmatoria y se saludaron estrechándose la mano.
-¿Qué tal? –preguntó el hombre-. Pero siéntese, por favor.
-¿No podríamos salir al claustro? Me gustaría fumar.
Salieron y se sentaron en un banco. El suave campanilleo metálico del agua rompía el silencio, hasta que Condo dijo:
-Bueno, ¿de qué se trata?
-Necesitaba tener una charla con usted –dijo el hombre-. ¿Me daría fuego?
ene-2007
EN REVISION